Thursday, May 3, 2007

MEDIA MISA LLORANDO






MEDIA MISA
LLORANDO





Stephen K. Ray y Janel, su esposa, eran un devoto matrimonio protestante. Los dos muy instruidos. Pertenecieron a cuatro o cinco iglesias protestantes. Los prejuicios sobre la Iglesia Cató1ica eran los comunes a todo protestante. Estudiaron las Escrituras y a los más renombrados autores protestantes, concluyendo que los dos pilares del protestantismo, sólo la Fe, sólo la Biblia, eran falsos. "No podían, según la Biblia, ser protestantes".

"Y ahora, ¿que?"

Se dieron a buscar la Iglesia de Cristo, 'leyendo y estudiando los numerosos escritos que hay de los primeros siglos del Cristianismo. Un amigo, Paul Brandenburg, les envió tres' grabaciones donde Peter Kreeft y Thomas Howard, contaban su pasado protestante fundamentalista y su eventual conversión al Catolicismo.


Cuenta Stephen Ray: "Dentro de pocos minutos estábamos escuchando intensamente -alborozados y llorando-, a medida que pasaban las grabaciones. Estábamos atravesando un territorio similar a ellos. Sus relatos sonaban fuertes y verdaderos. Una transformación espiritual estaba ocurriendo en mi mente y en mi corazón; estaba consciente de ello; una lucha entre mi pasado evangélico protestante y la antigua y universal tradición de la IGLESIA, hacia estragos en mi alma.

Cuando la última grabación terminó, me volví hacia Janet; con alivio y calmadamente, declaré: "Yo soy Católico". Mi sensación de alivio y de gozo, no puede ser descrita. Atrás quedaba el tormento mental y la ansiedad de una búsqueda. Había llegado a casa. Las lágrimas corrían por mi rostro. La sensación de haber llegado llenaba todo mi ser, era un cristiano completo! Tras unos momentos cogí el teléfono y llamé a mi amigo Al Kresta convertido tiempo atrás al Catolicismo. ¡Al, adivina, ya soy católico! Hubo un silencio. Después: "Bien, bien, eso es realmente bueno. ¿Estás seguro que sucedió?"

(Al terminó invitando a Stephen y a Janet a ir con é1 y su esposa a la Misa del siguiente Domingo. Aceptaron.)

Sigue contando Stephen: "¿Cómo puedo explicar lo que sucedió aquella mañana? (En el pasado yo había contado horrores sobre la Misa: culto pagano, oración alas estatuas, liturgia muerta sin Biblia). Es difícil relatar lo que pasó aquella mañana. Estábamos tan perplejos, sin saber que iba a pasar, que dejamos los niños en casa. Pensamos llegar tarde y ponernos en el último banco, por si teníamos que salir.

Al y su esposa Sally nos acomodaron hacia el centro de la iglesia, justo cerca del pasillo central. Nunca lo olvidaré. Nunca habíamos estado en una iglesia católica; miramos de reojo alrededor; la gente parecía normal como la de cualquier congregación evangélica. No teníamos idea de lo que era un misal; Al y Sally nos dieron uno con las diversas partes señaladas. Comenzó la música -violines. flautas y guitarras- y el sacerdote revestido con sus acompañantes. que pasaron justo junto a mí. E1 pueblo comenzó a cantar. Algunos levantaron las manos en actitud de adoración. En las canciones pude distinguir frases de los salmos de la Biblia. Pensaba que los cató1icos no usaban la Biblia en la Misa. Aun después de tantos libros cató1icos leídos, los viejos prejuicios y desinformaciones, volvían a estar presentes. ¿Dónde estaban los paganos e idólatras que esperábamos ver? ¿Era esta la liturgia seca y muerta de la que tanto habíamos oído hablar?

Después comenzaron las lecturas de la Biblia: tres con un salmo entre dos de ellas. Perdí de vista a cada uno de los presentes, incluso a Janet.

Comencé a participar, a escuchar las lecturas de las Escrituras, a adorar a Dios en una liturgia que millones de millones estaban celebrando simultáneamente. Después recitaron el Credo de Nicea, muy familiar para mí. ¿Recitaban el Credo cada semana? ¡No podía creerlo!

Hacia la mitad de la liturgia, caí en la cuenta que esta misma liturgia, con las mismas lecturas de la Escritura, estaba siendo celebrada en todo el mundo: en Asia. Japón. Rusia. Israel, Egipto. Sudáfrica, India, Roma ... y en todas partes. Caí también en cuenta, de que esto estaba sucediendo no sólo alrededor del mundo, sino que también en 1a dimensión del tiempo, había estado sucediendo por dos mil años. Esta misma antigua liturgia fue celebrada por los Apóstoles, por Policarpo, Tertuliano, Irineo, Clemente. Cirilo de Alejandría, Atanasio, Agustín y todos los santos y predecesores nuestros de la Iglesia primitiva. Janet y yo estábamos participando en un asombroso y maravilloso histórico acontecimiento; la profundidad de todo ello no pasó desapercibida para nosotros; de hecho, esto nos envolvió en nuestra primera real experiencia de adoración, algo que nunca habíamos experimentado en nuestras pasadas afiliaciones a distintas denominaciones. Caímos en cuenta de que esta misma liturgia es la que tiene lugar de continuo en el Cielo delante del trono de Dios: "un Cordero como degollado" (Apocalipsis 5,6). EI Cristo victorioso, el Cordero de Dios, el Pan de la Vida, estaba aquí justo en el altar en forma de pan y de vino. Estábamos tomando parte en algo eterno, más allá del tiempo y del espacio. Nos estábamos uniendo en celebración y en profunda adoración con la "Una, Santa, Cató1ica y Apostó1ica Iglesia', alrededor del mundo. Entendí que éramos transportados a las reales mansiones del Dios Omnipotente y que por su gracia EI había traído la liturgia celestial y el Cordero degollado a nuestra presencia, la Eternidad, penetrando el tiempo como en la Encarnación.

El pueblo alrededor de nosotros levantaban las manos al Señor Jesús, en obvia adoración al Creador. ¿Eran estos los supuestos paganos, adoradores de estatuas, los idólatras, los 'no salvados"? Janet y yo estábamos enfadados por las mentiras con que habíamos sido alimentados en el pasado, y al mismo tiempo jubilosos por haber encontrado la Iglesia de nuestras lecturas pasadas. Debo admitir que Janet y yo lloramos. Yo deje de cantar y seguir el misal. Mi amigo Al creyó que había perdido el hilo de la liturgia; entre sollozos le dije que era el nudo en la garganta y las lágrimas en mis ojos lo que había silenciado mi canto. Janet y yo nunca hemos dejado de volver sobre la experiencia de aquella Misa; nunca olvidare el asiento en que estaba. Salimos como notando en una nube, "aturdidos", encantados con la liturgia que habíamos experimentado. Volvimos al siguiente Domingo a la parroquia Católica Cristo Rey; no sabíamos que cada día se celebra la Misa en cientos de miles de lugares. Nuestros hijos se unieron con entusiasmo y han aprendido a amar a la Iglesia como nosotros.

EI día en que fuimos recibidos en la Iglesia Católica, lo recordaré siempre: Domingo de Pentecostés, Mayo 22 de 1994; nuestros hijos fueron bautizados y confirmados. Al y Sally nuestros padrinos.

(Todo esto y mas pueden encontrarlo en el libro "Crossing the Tiber" Ignatius Press-San Francisco, Autor: Stephen K. Ray)

Nota: este es el camino a recorrer todo protestante. El cató1ico que abandonó la Misa, debe saber que cometió el disparate de su vida. Los que asisten cada Domingo, deben huir de toda rutina en presencia del Milagro de Milagros.



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